Hiva Oa, Archipiélago de Las Marquesas (Polinesia Francesa) desde el 12 al 24 de junio de 2015

Hola amig@s! Como ya conocen, son varias las razones por las que hasta ahora no hemos podido publicar pero ya estamos manos a la obra. Desde entonces, han pasado casi 7 meses.
Las condiciones que tenemos ahora son bien diferentes y facilitan las comunicaciones.
Estamos en Nueva Zelanda desde finales de noviembre. Lo transcurrido hasta llegar aquí, que no es poco, lo iremos contando.
Antes de salir del Archipiélago de Las Perlas en Panamá, mientras organizábamos la travesía y decidiendo a qué isla queríamos llegar puesto que, por estrategia en primer lugar nos hubiera gustado arribar a la Isla de Fatu Hiva pero, corríamos el riesgo que la aduana patrullara y nos pusieran una multa ya que la entrada al País, siempre y cuando fuéramos a Las Marquesas debíamos hacerla en Hiva Oa o en Nuku Hiva.
Así que muy a nuestro pesar, porque la decisión que tomamos implicaba que cuando quisiéramos ir a Fatu Hiva íbamos a tener el viento en contra y Joshua no es feliz cuando Eolo le sopla en la nariz, se revela y “ditosea” cuánto nos cuesta meterlo en vereda ;). Por este motivo tomamos la decisión de llegar a Hiva Oa.
El día 11 de junio de 2015, teníamos el gusanillo ese que te entra cuando sabes que estás a pocas millas de llegar a un nuevo lugar y más teniendo en cuenta que llevábamos 30 días navegando.
Si bien es verdad que, cuando comienzas una travesía de este tipo a los 4 ó 5 días estás habituado, a los 8 días te mimetizas con el medio y el entorno. Es entonces cuando disfrutas plenamente sintiéndote en absoluta libertad y la fortuna de tener un horizonte tan amplio como alcanza tu vista y un cielo tan precioso que parece que no es real.
Es emocionante, estimulante y apasionante lo que se siente cuando estás a pocas horas de llegar a un lugar nuevo con una lengua y cultura tan distinta para nosotros.
Sentíamos alegría por saber que estábamos ahí a punto de llegar pero también espectantes porque con el mar nunca se sabe. Tan cerca y tan lejos. Te puedes quedar sin viento, como puedes tener muchísimo viento, te puede caer un palo de agua, puedes tener contracorriente, en fin que mejor no hacer planes ni hacerse ilusiones.
Con las primeras luces del alba del día 12 de junio, veíamos Hiva Oa. Umm, qué sensación! nos llegaba el olor de la tierra, de nuestra primera isla del Pacífico Sur, la primera de la Polinesia Francesa y la primera del Archipiélago de Las Marquesas.
Llevábamos un mes navegando nuestro sueño y estábamos a punto de tocarlo, qué ganitas!
Son muchos los meses que llevamos haciendo y viendo cosas que antes nunca habíamos hecho, visto o sentido y se convierten en “nuestra primera vez”. Las sensación es magnífica y refrescante!
Leemos mucho sobre los lugares que queremos visitar y cada arribada es motivo de alegría y también de preocupación porque no conocemos el lugar, no sabemos si tendremos espacio suficiente para fondear porque igual nos encontramos con muchos barcos o el fondo será o no será buen tenedero… En fin, que cuesta relajarse hasta que la maniobra no está completa.
Esta vez, además sabíamos que tendríamos que fondear con dos anclas, una por proa y otra por popa.., y cómo no, era nuestra primera vez 😉
A unas 10 millas de llegar nos cayó un palo de agua tremendo, 25-30 nudos de viento de través y olas, qué olas que constantemente barrian el puente. En fin, tuvimos que trabajar un poquito quitándole trapo al Joshua, cerrando el barco. Gracias que un poco antes de tomar rumbo hacia donde nos dirigíamos escampó y volvió la visibilidad pero llegamos pasaditos por agua a la ensenada donde están Atuona (capital de Hiva Oa) y la Bahía de Tahauku que es donde está el puerto. La entrada a la Bahía no estaba muy clara porque es estrecha pero no tuvimos problemas.
Una vez dentro y tras tirar el ancla de proa, había que tirar la segunda, la de popa, claro está que el dingui lo teníamos desinflado con lo cual tuvimos que largar mucha cadena de proa para luego tirar el ancla de popa y después recoger hasta tensar el cabo y ajustar también por la proa.
Al cabo de un rato vimos que el cabo de popa estaba muy flojo, así que otra vez tocó recoger el ancla y volverla a tirar pero nada, no cogía.
Tuvimos que inflar la zodiac, para llegar hasta donde estaba el ancla y subirla. Volver a repetir la maniobra de tirarla pero esta vez desde el dingui para finalmente recoger cabo por la popa de Joshua. Uf! A la tercera fue la vencida.
Nada más terminar y como siempre solemos hacer, nos sentamos en el cockpit a tomarnos la cervecita de rigor, una Tropical de mi tierra y una Balboa de Panamá, muy rica también.
Lo siguiente que solemos hacer es ponernos en “modo pirata”. Encendemos el ordenador para ver si pillamos una wifi libre. No lo conseguimos. Rien du tout. Nuestro gozo en un pozo. Hay que ver cómo se cotiza Internet por estos mundos.
Algo que nos parece tan sencillo y que por fácil que lo tenemos no solemos valorar, por estos lares es caro, de mala calidad y difícil de conseguir.
Ese día, entre que llegamos por la tarde y que llevábamos 31 días navegando, queríamos adaptarnos poco a poco a tanto estímulo externo y simplemente nos apetecía observar y sentir.
No bajamos a tierra, nos quedamos charlando y descansando en el cockpit. Extasiados de tanta belleza, recreándonos en las diferentes tonalidades de verde (hasta el agua tenía cierto color verde porque llega la desembocadura de un río) y el sonido de los pájaros.

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Afortunadamente, la bahía está bien protegida y sólo hay que tener en cuenta de no fondear muy cerca de la entrada porque llegan cargueros y les entorpeces la maniobra, además de que se levanta una pequeña ola y hay corriente.
Así fue como un día nos despertamos a las 6 de la mañana con unos bocinazos que asustaban y era porque llegaba un carguero y un velero que estaba fondeado no le permitía maniobrar bien.
Fue todo un show porque el velero era de acero, pesadísimo, tenía el molinete del ancla y toda la electrónica rota y tuvieron que subir a mano y con mucho esfuerzo el ancla. El carguero parecía que se les iba a echar encima. Mucho susto.

Que llegó el Taporo
Esa noche, si bien es verdad que tienes el hábito de dormir a tramos, dormimos a pierna suelta, como bebés. Qué gustazo no tener que hacer guardias!
Al día siguiente, sábado, debíamos hacer la entrada al país y fuimos a Atuona, que tiene el núcleo poblacional más grande de las Marquesas del Sur, pero que no deja de ser un pueblo.
Qué ganas de caminar y de “soltar hilo a la cometa”, por Dios! Como niños con zapatos nuevos caminamos “con cholas” los 3 Km de distancia, porque después de un mes descalzos a ver quién se pone zapatos! Sólo de pensar que me iba a calzar,” los dedos de mis pies se asustaban y se retraían”.

Tocando el Sueño
Cuando llegamos a la Gendarmería, una pequeña casa terrera con jardín y una verja alrededor. La puerta estaba cerrada por lo que llamamos al dictáfono y nos dijeron que los sábados cerraban a las 12 am, nos preguntaron qué día habíamos llegado, a lo que les contestamos que el día anterior por la tarde y que queríamos formalizar la entrada al País porque llevábamos un mes de navegación y necesitábamos comprar frutas y verduras y no queríamos tener problemas por si nos paraban y pedían la documentación. Nos pidieron el nombre, bandera del barco y puerto de salida y nos dijeron (todo esto por el telefonillo) que no tendríamos problemas y que fuéramos el lunes.
Así que hicimos lo típico, sacar dinero (cambio fijo 1 € = 119,33 XPF “franco polinesio”), comprar una sim card para tener acceso a internet y estar conectados con el mundo.
Paseamos un buen rato por el pueblo, subimos una colina hasta el cementerio donde están las tumbas del Paul Gauguin y del cantante Jacques Brel desde donde hay unas vistas muy bonitas.

A Gauguin
Al cabo de unas horas de caminata y sintiéndonos a gusto tras haber estirado las piernas nos fuimos a comer a un restaurante un buen trozo de carne, sííííííí, qué ganas de un pedazo de carne!!! jajajaja. Para el Eggi carne de cabra con leche de coco y yo nada de salsas, un buen pedazo de entrecot y una cervecita bien fría pero carísima. Una lata de Hinano, su cerveza local muy rica, por 5 €. Nos supo!
De regreso al barco, nos íbamos encontrando con nativos que sonrientes nos decían: Kaóha (hola en marquesiano).
Nos llamaba la atención la limpieza que imperaba por cualquier sitio al que miraras. Ni un papel, colilla, nada de nada. Por Dios, es que barren, sí, barren hasta los andenes de las carreteras, no es broma.

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Sus fisonomías bien diferentes, nada tenían que ver con lo que hasta ahora habíamos visto. Morenos con ojos algo rasgados, pelo muy negro, las mujeres suelen dejárselo crecer en una larguísima melena.

Árbol del fruto del pan
Es una tierra de flores, las féminas suelen llevar una flor sobre la oreja, dependiendo de su estado civil se la ponen en una u otra oreja. Algunos hombres, no importa edad, también suelen ponerse un capullo cerrado en la oreja. Quedan muy sexis!

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Qué decir de la lengua, por Dios qué bonita! Qué raro suena, imposible de coger una pero qué bien sienta escucharla. Hasta cuando hablan en francés cuesta pillarles porque mezclan su dialecto con la lengua oficial que es el francés.
Los nombres de los pueblos también se las trae. Qué difíciles por Dios, al principio parece que jamás los vas a recordar o pronunciarlos bien pero con el tiempo todo llega.
Uno y otro día me encantaba escuchar las noticias en la radio porque primero las daban en francés y después en marquesiano. Siempre me quedaba estupefacta escuchándoles, me encantaba y me reía porque parece que no es una lengua sino que es un trabalenguas o una broma. Algo así, como a cuando jugábamos a cantar, cada vez con una sola vocal, la canción de “Cuando Fernando Séptimo usaba pantalón”.
Qué maravilla de gente, de verdad, siempre tienen la sonrisa en la cara, lo cual les hace las facciones más dulces y se les ve relajados. Son amables, fáciles, hospitalarios, generosos, dadivosos, básicos pero FELICES… cualidades que les diferencia.
Por donde vayas, da igual si es núcleo poblacional o el campo, te encuentras gallinas y gallos salvajes. Pregunté por qué no los tenían en un corral y así tener huevos y carne más tierna y me dijeron que es porque el proceso de matarlas (degollarlas, hervirlas, desplumarlas, limpiarlas) da mucho trabajo y que prefieren comprar los pollos congelados que vienen de EE.UU. Así son, no están hechos para el trabajo.

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También es muy común encontrar piaras de cerdos que pasean por donde quieran, en las montañas se ven cabras salvajes y si sales hacia el monte te encuentras con caballos salvajes. Una maravilla.
Las casas son terreras, todas tiene su jardín con flores, muchas flores y la gran mayoría también árboles frutales. El que nunca falla es el pomelo. Qué pomelos. Son únicos, parece ser que no existen en otro lugar. Son enooormes, de hasta más de un kilo, preciosos, dulces y qué sabor más rico a flores!!!
Confeccionan sus ropas (vestidos, camisas) con telas de vivos colores que tienen grandes motivos florales, casi siempre hibiscus, tiaré (que es la flor emblema de Tahití y sus Islas) o frangipani. Incluso la ropa de casa como sábanas, manteles, cortinas también son floreados.

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Es muy verde, por donde quiera tiene plantaciones de cocoteros, árboles del fruto del pan, mangos inmensos (lástima que no era la temporada pero así y todo comimos bastantes), plátanos, algunas naranjas, lichis, limas, limones verdes, papayas… Parece ser que la gente suele llenarse las mochilas, pero como sabíamos que todo eso tenía dueño, jamás cogimos nada. Nos daba ni sé qué!

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El primer fin de semana fue entretenido, caminata va caminata viene.
Desde la tranquilidad de estar fondeados y disfrutando en el cockpit, veíamos los barcos que entraban a la bahía y enseguida distinguíamos si venían de cruzar el Pacífico o de otro sitio.
A los primeros se les distinguía porque como a nosotros, por ambos lados del barco nos habían crecido algas que parecían musgo amarillo. La verdad que los barcos no daban buen aspecto.
Además también nos creció percebes, era increíble ver cómo de un día a otro se multiplicaban. Pero al cabo de estar unos días en aguas cálidas desaparecieron.
El lunes volvimos a la Gendarmería, qué maravilla, te sientes en Europa y como ciudadanos de la Unión Europea no tuvimos que pagar por la entrada al país.
Nada de cobrar comisiones inadecuadas ni corrupción como en algún lugar que visitamos. En un plis plas, siempre con una sonrisa, el policía que nos formalizó la entrada al País, nos indicó que para finalizar el trámite, nosotros, debíamos enviar por correo a Tahití el documento de entrada.
Nos resultaba extraño que ese trámite no lo realizaran ellos pero así lo hicimos. Ni seríamos los primeros y por otro lado la impresión que nos daban, a pesar de verles muuuy relajados, es que eran honestos y eficaces.
Así mismo, nos informó que la Polinesia Francesa es un País de Ultramar Francés, que los ciudadanos europeos podemos residir en la Polinesia Francesa el tiempo que queramos pero que los únicos que tienen derecho a trabajar son los franceses.
Nos dijo que si el barco permaneciera más de 3 años sí que tendríamos que pagar impuestos.
Al principio es un poco lioso diferenciar País de Ultramar Francés, como lo es la Polinesia Francesa y Territorio de Ultramar Francés como puede ser Martinica, pero ya lo tenemos claro.
Una vez legales, fuimos a la oficina de correos para enviar la carta a Tahití y comprar algunas cositas.
Compramos pan, por fin una barra de pan! De verdad, esto del pan bien merece un capítulo aparte. Para resumir y que se hagan una idea, decirles que sólo hemos comido buen pan en Martinica y ahora en Marquesas comemos barras que al día siguiente parecen chicle.
Esto del pan no es fácil, hay lugares donde para conseguirlo debes ir a las 6 am o como máximo a las 7 am.
Imaginen el show, madrugar, darte un paseíto en el dingui y de paso salpicarte un pizquito con agua salada, sí muy agradable! e ir a comprar pan para unos cuantos días. No tiene precio!!! Encima el pan que no te comas ese día, sabes cómo se pondrá 😦
Así que muchas veces lo hago yo y no es por nada pero me queda un pan riquísimo. Integral, normal, con semillas…
No es una crítica sino una apreciación de sus costumbres y que llaman la atención.
La vida en estas tierras comienza entre las 3 y las 5 am y a las 7 pm casi todo el mundo está durmiendo o a punto.
El horario de los comercios dista mucho de los de Canarias. En Tahití hay supermercados que abren a las 5 am!!!
Hiva ´Oa es la tercera isla más grande de la Polinesia Francesa y tiene una población de unos 2,500 habitantes (en todas Las Marquesas hay tan sólo unos 8,500 hab.)
En cuanto a supermercados, Atuona, en relación a su población, tiene bastantes y están surtidos con productos básicos y otros no tanto.
La mercancía les viene por mar desde Tahití y cuando llevan días sin que lleguen los cargueros se nota la escasez en las estanterías. Llama la atención, hasta impresiona como vas notando los grandes huecos por falta de provisiones.
Los precios son algo elevados pero existen productos de primera necesidad que están subvencionados y valen baratos: la harina, el aceite de semillas, el pan, la pasta baratísima, arroz, las sardinas en lata son tremendamente baratas y buenas. En Panamá compramos algunas que son pésimas y las guardamos para “… en caso de necesidad!” 😉
Las frutas, verduras y pescado lo comprábamos en un aparcamiento donde iban llegando los agricultores y pescadores.
Las verduras y frutas son caras pero el pescado muy barato. Por ejemplo, el atún, fresquito entre 4 y 6 €/Kg. y el Medregal a 8 €/Kg.
Al tercer día de estar fondeados, descubrimos un par de grifos, que si bien el agua no era potable sí que se podía lavar la ropa.
Aquí no existen lavanderías y lo que hay son personas que se ofrecen a lavarte la ropa y te la devuelve seca y doblada. El servicio no es barato aunque nos urgía lavar ropa pero después de nuestra mala experiencia en Bequia (Caribe) creo que pasará mucho tiempo antes de que vuelva a dejar mí ropa a alguien para que me la lave 😉
Así que fue una “maravilla a la par que agotador” jajajaja lavar la ropa como antiguamente. En un poyete, ropa en remojo en unos cuantos baldes, cepillo en mano y tres grifos para nosotros!!!
En ese momento, hicimos otro hallazgo importante.
Detrás del muro donde estaban los grifos y bastante íntimo había una ducha. No como la de mí casa pero una ducha. Con sandalias (para no pisar un gusano jajajajaja) y mucho cuidado de no rozarme con las paredes sentí el placer de ducharme sin economizar agua! Dicen que cuando hay hambre no hay pan duro, pues eso!
Por otro lado, como no lo sabía, cometí el error de ir a lavar con camiseta de manga corta y sin ponerme repelente para los mosquitos. Me acribillaron los nonos. Son unos minúsculos mosquitos que una vez te pican el dolor es terrible. De dos a tres veces al día y durante unos diez días se activa la picadura, quema y duele que da gusto.
Suele pasar que en la madrugada sea una de las veces que se activa. Cada noche me despertaba con fuertes picores y echaba mano del alcohol o antihistamínico.
Ya con todos los deberes hechos, queríamos conocer la isla. Buscamos para alquilar un coche pero eran escasos y carísimos.
Otra opción, la que elegimos, era contratar un tour de la isla con conductor en una pick up y en el que nos podía tocar ir hasta con 8 personas.
Sabíamos que la isla era muy rica en vestigios arqueológicos y tiene, después de Pascua, los tikis más grandes de toda la Polinesia, que se encontraban en diferentes puntos de la isla y queríamos verlos.
El día acordado para hacer la excursión, las 8 de la mañana, el conductor pasó a recogernos porque decía que había bastante camino que hacer y difícil.
Fuimos muy afortunados porque el tour lo hicimos unicamente nosotros dos con el conductor, (John, un señor magnífico y con el que creamos una estrecha amistad) y porque tuvimos un magnífico día con un sol radiante que daba una luz preciosa.
Cuando llevábamos un rato de recorrido, paró en un lugar donde habían unas panorámicas preciosas.

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Mientras nos recreábamos con el paisaje tan verde y de regreso al coche él estaba en la parte trasera con un gran machete abriendo un hermoso pomelo. Qué rico, es manjar de Dioses!

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El camino por momentos se hacía duro con muchos baches, zonas húmedas y piedras desprendidas por las lluvias.
Nos llamó la atención cuando llegamos a una zona muy alta donde había muchos pinos y que me recordaba a mí querida tierra. Nos contó que fue el Gobierno Francés quien reforestó la zona con pinos que trajeron de Europa.
A partir de ahí, el camino fue cambiando, el paisaje se volvió seco, transitábamos montañas escarpadas y grandes precipicios que daban al mar por pistas de tierra que si bien eras preciosas impresionaban no saben cuánto.

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De camino a Puamau paramos en Motuua, una pequeña bahía donde viven dos familias y una de ellas hace plátanos ahumados, muy ricos, vinagre de plátano, un sabor un poco particular y limones confitados. Estos limones son salados y se utiliza para cocinar pescado, cerdo o verduras. Sólo hay que poner un pizquito porque tiene mucho sabor y aroma, si no sabe a “limpia cristales de limón”.

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En Motuua, estuvimos en casa de los O´Connor donde degustamos sus productos.
Yo paseé con el pequeño y precioso Dylan que me llevó a ver los cerditos casi recién nacidos.

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Secadero de coco copra

Llama la atención cómo son sus casas. Prácticamente viven y duermen en los grandes porches.
Sus camas, mesas para comer, sillas, todo junto en el porche, sin cortinas. Es verdad que dentro de las casas y fuera hace calor pero están los “nonos” que son terribles. Lo digo por experiencia.
Como se infecte las pupas es terrible. He visto niños que daban pena con las pupas infectadas.
Impera la limpieza y las sábanas y manteles de flores.
Tras el grato ratito continuamos camino. Qué ganas de ver los tikis, por Dios!
Hubo que hacer un largo tramo por pista de tierra hasta llegar a Puamau. Nos dirigimos hacia una pequeña tienda donde había que pagar 300 Francos por persona porque donde están los tikis es propiedad privada.
Por fin, llegamos al yacimiento arqueológico, el sitio es cautivador, esos tikis emanan mucha energía, dicen que es de los más impresionantes de Las Marquesas y el yacimiento más importante dejado por la civilización marquesiana pre europea.
Están en un lugar con varias plataformas y esculturas imponentes. Cinco tikis sobre un santuario religioso. El tiki más grande mide 2,67 metros y representa a un jefe guerrero de gran reputación por su fuerza.

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John nos contaba un poco de historia y se alejó para que nosotros disfrutáramos del entorno. Al cabo de un rato regresó, entró en una de las plataformas, se sentó en un piedra, que curiosamente tenía forma de silla, con una pierna estirada apoyada en un bloque de piedra.
Como el deporte favorito de esta gente es estar sentados o acostados porque están “Fiu” que dependiendo del contexto significa cansados o gandul, pues no nos llamó la atención.
John es una persona tranquila, con sentido del humor y por supuesto sonriente, cómo no. Por momentos su sonrisa adquiere un carisma socarrón.
Así que sentado como estaba nos miraba, reía y no decía nada hasta que nos preguntó qué pensábamos que era donde estaba sentado y sinceramente no sabíamos. Entonces nos contó que donde estábamos era una zona de tatuaje y que donde él estaba sentado era una silla, al lado había una piedra horadada a la que le ponían agua y que hacía de espejo y otras con unos hoyitos donde ponían la tinta. Muy interesante.

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Sabíamos que tocaba regresar por el mismo camino porque en ese pueblo se termina la carretera y que de regreso comeríamos algo pero arrancó el coche y se dirigió a la zona de la playa, aparcó al lado de una casa que parecía un almacén y resultó ser una iglesia que en un lateral tenía mesas y sillas de madera, y nos sentamos en una ella. Pensamos que era para descansar cuando de repente lo vemos que del coche sacaba cajas y más cajas y le pidió ayuda a Eggi.
Todo lo tenía organizado, saco un cacho tela roja y lo puso de mantel, seguido platos, vasos y cubiertos cada uno de un padre diferente 🙂 unas fiambreras y unos calderos de aluminio y plátanos.

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Ellos no acostumbran a comer con pan sino con plátanos.
No se complican, se apañan con los mimbres que tienen y son DICHOSOS!
El menú resultó rico porque entre otras cosas estaba cocinado con mucho amor: Pollo con papaya al aroma del limón confitado, arroz, y plátano para empujar, jajaja!
De regreso estuvimos en un par de lugares más pero nos reservaba una sorpresa para el final.
Nos quedaba por ver algún petroglifo y otro de los tikis interesantes, el sonriente, parece ser que es el único que existe.
Como veía que nos acercábamos a Atuona, le preguntaba una y otra vez y lo único que me decía es que no creía que pudiéramos verlo porque se nos hacía de noche.
Pero como ya he dicho, el socarrón sabía que sí nos daría tiempo. Al final hasta me gustaba cómo hacía que se desarrollaran las cosas. Más adelante, en otras entradas irán sabiendo el por qué digo esto.
Estando cerca del aeropuerto, en un momento dado paró el coche y nos bajamos. Caminamos por un camino, no muy largo, con una vegetación muy frondosa. Estaba muy húmedo y por ello pisábamos sobre barro. Todos íbamos con las “cholas” zapato oficial en toda la Polinesia, a los tres nos hacían efecto ventosa “flip flap flop” y por momentos nos quedábamos clavados en el lugar. Jajaja!
Por fin cuando llegamos al famoso Tiki Sonriente. Nos sorprendió porque está muy bien conservado y porque no tenía ningún tipo de protección tal como un cordón que lo rodeara o algo así. Si esa escultura llega a estar en otro país no sé si aún estaría en su sitio.
Por otro lado, digamos que por mí ignorancia y, con todo el respeto me parecía una broma. El tiki sonriente parece que tenga gafas y me recordó a Carpantas!

Tiki Sonriente

Petroglifo

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Desde luego, si no es con un guía es muy difícil de encontrarlo.
Esa fue la última visita del día y John nos llevó de regreso al barco. Cuando llegamos lo invitamos al barco pero estaba cansado (no era para menos con la paliza de camino que hicimos y encima él conducía), dijo que al día siguiente vendría.
Así que al día siguiente vino al Joshua con un cargamento de pomelos y cuando se sentó en el cockpit dijo: eh, esté barco es el de Moitessier! A Eggi se le pusieron los ojos a cuadros. Entonces le explicó que era una copia y John nos contó que conoció a Bernard Moitessier, que habían pasado muchos ratos juntos en la Bahía de Hanamenú donde John tenía una especia de “yacht Club”, una cantina donde servía comidas y bebidas a los veleristas.
Para los que no conozcan a Moitessier, decirles que, además de un poeta del mar, fue un gran navegante. Con su velero Joshua, en 1968 participó en la Golden Globe, regata en solitario de la vuelta al mundo sin escalas y que cuando estaba a punto de llegar a la meta, se replanteó su vida, rehusó el regreso a la civilización y decidió continuar navegando como un alma libre durante 10 meses, en los que navegó 37,455 millas sin tocar tierra e hizo una vuelta y media al mundo.
Ha sido y es un ídolo para muchos de nosotros, y tanto a mí chico como a mí siempre nos gustó este modelo de barco.
Es un barco mítico del que creo que sólo se construyeron unos 80. El original, está en el Museo Marítimo de La Rochelle, en Francia.
El nuestro está muy bien cuidado, impecable. No pasa desapercibido entre los amantes de la vela. Allá donde estemos, siempre se nos acerca alguna persona para preguntarnos si es el Joshua original y los más atrevidos hasta nos piden que se lo dejemos ver por dentro 😉

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El resto de días en Hiva Oa, los pasamos entretenidos, un día comímos en casa de John, otro nos llevó a pasear, otros dábamos largos paseos, siempre descubríamos algo nuevo o simplemente charlar con vecinos de fondeos, o reencontrarnos con personas que conocíamos de otros lugares.
Las circunstancias eran propicias porque estábamos en las fechas previas a la celebración del Heiva (fiesta nacional que se celebra el 14 de julio) y cada fin de semana en el puerto, en una especie de almacén sin paredes, solo con techo, improvisaban una tarima que adornaban con ramas de palmera de cocoteros, flores, crotos o cualquier otra planta. Allí tocaban grupos de música local o versiones. Venían un par de roulottes, montaban su barbacoas y sus comidas riquísimas. Desde la típica hamburguesa al shashimi o carpaccio de atún (de los más rico que he comido nunca), pescado crudo con leche de coco… o el entrecot uruguayo muy rico.
La anécdota es que está prohibido vender alcohol pero los piratas siempre nos llevamos la petaca o el vaso térmico por aquello de que parezca que nos estamos tomando una infusión. Hasta que en un momento dado, el más atrevido preguntó si podíamos llevarnos nuestra propia botella de vino, le dijeron que siempre y cuando cenáramos, podíamos llevar nuestra bebida, desde ese momento todas las cartas estaban sobre la mesa (menos vino, había cubatas, whisky, cerveza, mojitos…:)
Unas cuantas mesas y bancos hechos con “palets” y allí que nos reuníamos gente de diversas nacionalidades: americanos, australianos de Tasmania, neozelandeses, ingleses, italianos, china, alemanes… Cada cual con una historia que contar. Una maravilla. Viva la diversidad!
En un espacio pequeño enseguida se formaba la fiesta.
En cuanto a la Fiesta Heiva, nuestra intención era estar el día grande de la fiesta en Tahití porque, según la información que teníamos, es donde se celebra a lo grande. Afortunadamente nos enteramos que en el resto de islas también se celebraban y hasta incluso merecían más la pena porque no estaba tan dirigida al turismo como en Tahití.
Y tanto que mereció la pena quedarnos en Las Marquesas para disfrutar del Heiva.
Hiva Oa, qué preciosidad de isla. Le llaman la “estrella” de Las Marquesas porque tiene crestas muy altas y unos impresionantes y profundos valles.
Llegó el día que tocaba levar el ancla para seguir conociendo esta tierra tan preciosa y nuestro siguiente destino sería Tahuata!
Asombrada estoy de esta primera entrada porque sin querer ha resultado ser laaaarga. Espero que la disfruten!!!
Besos para tod@s y hasta la próxima amig@s
Eggi&Fabi

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12 respuestas a Hiva Oa, Archipiélago de Las Marquesas (Polinesia Francesa) desde el 12 al 24 de junio de 2015

  1. Imma y Hans dijo:

    Amigos, todo esto nos suena mucho….. Un abrazo enorme a nuestros nuevos kiwis!
    Hans y Imma

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  2. Delia dijo:

    Me encanta !! Cómo me recreo,Fabi no te cortes y escribe todo lo que puedas.Saludos pareja y a seguir con su sueño

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  3. jesushermana dijo:

    Fabiii!!! muchas gracias por tu extenso, detallado y ameno relato.He disfrutado un montón leyéndolo. Me has transportado a esos lugares remotos con esas costumbres y formas de vida tan diferentes a las nuestras y me has hecho recordar a cuando he ido de viaje a Indonesia y por Asia, la amabilidad de la gente, como tú dices, siempre con la sonrisa en la boca y su sencilla y básica forma de vivir, sin prisas ni stresses.Qué bien!! Disfruta de todo, de las comidas, de los nuevos sabores, de la gente, del paisaje, de la experiencia de estar en sitios tan diferentes, de todo!!!!Muchos besos!!! Date: Sun, 10 Jan 2016 05:45:53 +0000 To: jhermana@hotmail.com

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  4. Conchy dijo:

    Hola Fabi!!!! Interesantisimo relato. Parece que estoy leyendo una novela de aventuras. Que envidia!!! A seguir disfrutando! Besos para los dos! Que ganas de verte!!! Siempre que puedas sigue contándonos esta aventura tan preciosa!!! Lo dicho, muchoooosss besoooosssss!!!!
    Conchy

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  5. Isabel Hernandez Dalmau dijo:

    Guauuuuuu, que chulada de relato¡¡¡. Esta noche he encontrado un ratito para leerte. Me ha encantado. He flipado con lo de los pomelos…con lo que me gustan¡¡¡¡¡, y la isla es una maravilla. Es fantástico poder seguir este viaje a través del blog, gracias, un millón de gracias por compartirlo con este club de fans entregado. Miles de besos a los dos, y sigue, sigue contándonos cositas, xxxx

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  6. Isabel Hernandez Dalmau dijo:

    No se publicó mi comentario??

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